viernes, 13 de mayo de 2011

Lo que siempre has querido saber sobre el parto y nunca nadie te ha contado

Repasando correos electrónicos, me he topado con este, del que cito solo un extracto:

Os cuento cómo fue la cosa: el jueves 11 fui a mi ginecóloga, como siempre,
a monitores y ni media contracción. Todo tranqui, así que me comentó que aún
estaba la cosa verde y que creía que me lo induciría el 22 o 23 de octubre,
para que el niño no fuese gigante y pudiese tener un parto normal. Pero me
exploró para intentar estimular la zona y me dijo que podía sangrar un
poquito y que no me preocupara. Esa noche no pude dormir del dolor de tripa
que tenía, pero lo achaqué a la exploración y no le di mayor importancia, ya
que últimamente mis achaques eran muy frecuentes.

Al día siguiente, el 12, estuve todo el día rara, con dolores que no sabía
qué eran, pero no manché ni nada y pensé que todo era normal, así que hice
mi vida normal, desayuné, comí, merendé y hasta cené, pero a eso de las
22.00, cuando fui al baño, había manchado un poco y me asusté por si al niño
le podía pasar algo, así que le dije a David que fuéramos a urgencias o
llamáramos al teléfono móvil que me había dado mi ginecóloga por si me ponía
de parto. Ahí me dijeron que seguramente fuera una falsa alarma, pero que
fuera a la clínica igualmente, por si acaso.

Total, que ahí nos fuimos David y yo, con los bolsos del parto, por si
acaso, a la clínica, y ese trayecto fue el peor de toda mi existencia. Me
cagué en todos los baches del centro de Madrid, porque los dolores eran tan
grandes que cada bache me parecía eterno. Tendríais que haberme visto...
Estaba tranquila (David era un manojo de nervios y yo procuraba mantener la
compostura), pero con un dolor que me hizo decir de todo. Y eso sí, segura
de que esa noche volvía a casa a soportar una semana más de dolores, porque
NO TENÍA NI IDEA DE QUE ESO QUE ESTABA SINTIENDO ERAN CONTRACCIONES.

Total, que cuando llegamos y me pusieron monitores resulta que estaba de
parto. Me ingresaron a las 00.00 del día 13 de octubre y a las 3.15 nacía
Gabriel Matteo Parra Licitra (que así se llama mi niño), el bebé más guapo y
más dulce del mundo entero. Pesó 3,380 gr y está fenomenal, por suerte. Es
súper bueno, y no exagero. No llora casi nunca y duerme muchísimo. Tanto que
los primeros días había que despertarlo para que coma...

Tengo mejores fotos que estas que os mando, pero os voy adelantando esta
tanda hasta que David y yo encontremos un hueco para descargar las más
bonitas que hemos hecho y enviároslas.

Me pareció interesante compartirlo, y esto me da pie a contar de verdad lo que son las contracciones, cómo son, y lo que se siente en el parto.

CONTRACCIONES
Las contracciones son como un dolor de regla fuerte, algo así. Pero notas la tripa dura y te molesta todo el cuerpo. Cuando no estás de parto, te pueden dar sin periodicidad, pero si notas que son periódicas (o sea, no solamente 1 o 2 veces al día), empieza a calcular cada cuánto son.

EL PARTO
Sabes que te has puesto de parto por dos cosas: 1) o bien has roto aguas (a mí no me pasó en ninguno de mis tres embarazos), 2) o bien tienes contracciones regulares. Yo fui al hospital cuando las tenía cada 7 minutos, pero como vivo lejos del hospital llegué justita. Yo recomendaría a las embarazadas ir al hospital cuando las contracciones sean constantes y cada 15 minutos.
Lo normal es que llegues ahí y, según el hospital y la matrona, pasan distintas cosas. En algunos sitios te ponen un enema, oxitocina y suero. En otros nada. Y luego todo depende de si quieres epidural o no. Si llegas dilatada de mucho y a punto de dar a luz, seguramente no te dé tiempo a que te haga efecto y no te la pongan. Pero si vas al hospital cuando las contracciones son cada 15 minutos aproximadamente, si quieres, sí podrán ponértela seguramente.
Una vez que estás ahí, a dilatar. Hay mujeres que dilatan muy rápido y otras que tardan horas. Y es lo más "rollo" del parto, la espera, los nervios... Una vez que estás lo suficientemente dilatada, te llevan al paritorio y hala a empujar.
En cuanto a la epidural: lo bueno es que te hace llevar mejor los dolores de las contracciones, que son realmente lo más molesto del parto, desde mi punto de vista. Lo malo es que no notas la presión del niño intentando salir por abajo y, por tanto, obviamente no empujas mejor.
Yo, después de haber tenido tres partos distintos (Gabriel, natural y con epidural 100% y fórceps; Gonzalo, natural y con el efecto del epidural pasado cuando llegó el momento de empujar, sin fórceps; Olivia, inducido pero sin epidural), sin duda si volviera a quedarme embarazada me pensaría muy bien lo de la epidural. Es cierto que se pasa un dolor tremendo con las contracciones, y luego sobre todo cuando el niño sale y te retiran la placenta, pero es cuestión de muy poco si empujas bien y no hay problemas de posición del niño. En mi caso, cuestión de 10 o 15 minutos, tiempo que al cabo de 2 horas has olvidado por completo.

En fin, hasta aquí el parto. Luego viene el posparto, pero esa es otra historia que contaré otro día, porque da para muuuuuuuucho. Ahí sí que hay un sinfín de cosas que nadie me había contado y que conviene conocer.

Bronquiolitis

Yo he tenido la suerte de que mi primer hijo no tuvo bronquiolitis. No sé de qué dependerá que algunos niños la desarrollen o no; supongo que los que tienen los pulmones más fuertes y resisten mejor no la cogen (pero no tengo argumentos pediátricos para esto).

Pero Gonzalo, mi segundo hijo, ha tenido bronquiolitis una y otra vez desde los tres meses. Ahora, por suerte, desde hace casi un año, no la sufre. Parece que lo suyo ha sido un caso leve (al fin y al cabo no ha estado hospitalizado nunca) y que con el tiempo ha ido disminuyendo. Pero quiero contar lo que suponía para aquellos padres que lo sufren y no saben qué pasa.

La bronquiolitis no es más que la inflamación de los bronquiolos, y lo normal es que a los dos años pare de repetirse. Lo malo es que una vez que el niño la coge, se repite una y otra vez, cada vez que el niño se resfría. Lo que en un niño cualquiera es un simple constipado (resfriado), en un niño con tendencia a la bronquiolitis se convierte en mucho más: se agita, no puede respirar bien, le suena la espalda y se oyen pitidos. Lo de que "le suena la espalda" es fácil saberlo: basta con apoyar la mano en la espalda del niño y notar los mocos que fluyen por ahí. Y los pitidos son parecidos a los que tiene un asmático cuando no respira bien.

Ahora bien, qué hacemos. Es muy importante que procuremos que el niño coja resfriados lo menos posible. En invierno, por supuesto, que vaya siempre abrigado (pero sin pasarse, porque los sudores y el frío posterior tampoco son buenos). Y en verano, cuidado con los aires acondicionados y con las piscinas, sudores y el exceso de humedad. Gonzalo desarrolló bronquiolitis a los 3 meses, en plena primavera. Parece que su mucosidad tiene base alérgica, aunque aún es pronto para saberlo a ciencia cierta, y es verdad que durante la primavera fue cuando peor ha estado siempre que ha tenido bronquiolitis. Otro momento clave fue un verano, en que no tenía ni un año, en el que fuimos al sur. El exceso de humedad, las corrientes de aire y el calor excesivo le hicieron resfriarse, y al día siguiente, zas, bronquiolitis otra vez.

El tratamiento: según tengo visto, hay dos tendencias. Hay pediatras que sugieren no hacer nada, nada más que hacerlo dormir en posición medio-vertical, mucho líquido, pero en pequeñas dosis, si acaso algunos aerosoles con suero, y poco más. Yo estaba tan cansada de la situación que busqué otras alternativas, y decidí ir a ver a un neumólogo. Fue mi mejor decisión: es cierto que el niño estuvo tomando medicinas preventivas durante mucho tiempo, pero también fue desde entonces cuando los episodios de bronquiolitis se redujeron más de la mitad. La neumóloga nos dio un tratamiento que no cubre la seguridad y que me costaba unos 40 euros al mes, durante unos 8 meses, pero mereció la pena. Además de eso, en los momentos de crisis: ventolín en aerocámara (un utensilio que cuesta unos 30 euros, porque la seguridad social te cobre solo parte), aerosoles con suero y 3 días de corticoides si el niño realmente tiene dificultades para respirar. Este es el tratamiento, me lo sé de memoria porque lo hicimos tantas veces... Y cada vez que iba a urgencias me soltaban el mismo rollo: "3 días de corticoides, X gotas cada 12 horas, 2 puff de ventolín cada 6 horas (y luego vamos espaciando) y aerosoles por lo menos 3 veces al día". Me refiero a los médicos de esta corriente, la de medicar, porque como ya he dicho hay otros muchos que recomiendan no dar ninguna medicina.

No sé quién tendrá razón, pero yo estoy encantada con la neumóloga que trató a mi hijo. Ya parece que se dedica a pediatría general, pero sin duda si algún día tengo algún problema con Gonzalo o con Olivia, será a ella a quien acuda.

Olivia por suerte ha tenido bronquiolitis solo 2 veces, y muy leves. Todavía es pequeña y seguro que el invierno que viene me sorprende con más episodios, pero la experiencia con Gonzalo me deja tranquila porque ya sé qué hacer en estos casos.

A los padres que tengan este problema: en cuanto notéis que las toses del niño no son simples toses, sino que van acompañadas de una agitación, al punto de que veis que al peque le cuesta respirar, lo cual suele coincidir con notarle los mocos al niño poniendo la mano en la espalda (y si le da fiebre al niño, más todavía), id al médico, no lo dejéis estar. Mejor una visita a tiempo que una bronquiolitis que derive en neumonía. Eso sí que tiene que ser mucho peor. Gonzalo estuvo a punto una vez, le hicieron placa de tórax y todo, pero por suerte no llegó a tenerla porque le trataron a tiempo.

Espero que mi experiencia os ayude. Si queréis saber más sobre este tema, visitad este blog: http://elmedicodemihijo.wordpress.com/2010/12/10/en-estado-de-alarma/

viernes, 6 de mayo de 2011

Los dichosos dientes

Los dientes son un tema que suele preocupar a los padres primerizos. La gente continuamente, en cuanto el niño se lleva las manos a la boca, te dice: "Ay, pobrecito, ya está con los dientes". Y no siempre es así.

Unos básicos que debemos saber:

1) Los dientes suelen empezar a salir sobre los 5 meses, pero hay niños que son más precoces y otros a los que hasta el año no les sale ni uno. Esto no tiene que ver con que tomen poca leche, sino con que cada niño es un mundo. No hay que preocuparse, salvo que el pediatra nos lo diga expresamente en alguna revisión.

2) No es necesario ir al dentista hasta que el niño no tiene todos los dientes. Hay pediatras que te recomiendan ir a los 3 años, otros a los 4. Yo creo que es cuestión de esperar a que el peque tenga todos los dientes, o si vemos algún problema (dientes torcidos, descoloridos, negros...).

3) La dentición puede dar fiebre a algunos niños. Hay niños que tienen fiebre sin ningún motivo aparente. Cuando el pediatra nos diga "serán los dientes", no desconfiemos. Es que serán los dientes seguramente. A veces pasa. Uno se asusta, lógico, pero si el pediatra no le encuentra nada, hay que saber que esto es muy frecuente en algunos niños.

4) Para cepillarse los dientes conviene empezar sobre el año de vida, en cuanto el niño tenga un par de dientecillos. Además, hay cepillos muy blanditos en la farmacia para crearle el hábito al peque. Viene muy bien, porque si no empezamos de pequeño luego no querrán cepillarse, y eso sí será un problema.

En este enlace, publican un contenido muy interesante para los padres, lo recomiendo: http://pediagranadilla.wordpress.com/2011/05/06/cuidando-los-dientes/

jueves, 5 de mayo de 2011

Dormir o no dormir, esa es la cuestión

Existen dos corrientes muy diferenciadas: los seguidores de "Duérmete niño" (Dr. Estivill) y los seguidores de "Dormir sin lágrimas" (Dra. Rosa Jové). Son dos métodos muy claramente diferenciados. En el primer caso, se trata de una terapia conductista y de "dejar llorar al niño" para que aprenda a dormir solo. En el segundo caso, se aboga por dormir a los niños en brazos y disfrutar de los peques hasta que ellos lo necesiten, ya que el contacto humano es esencial en los primeros meses de vida.

En este enlace se puede encontrar más información al respecto: http://www.bebesymas.com/ser-padres/los-metodos-duermete-nino-vs-adormir-sin-lagrimasa-en-practica-las-imagenes-hablan-por-si-solas

Desde mi punto de vista, la educación de los niños no puede ser radical. Es decir, no es que uno sea de un método o de otro. Se trata de encontrar un equilibrio entre la salud del niño y la salud mental de los padres.

Cuento mi caso: Gabriel, primer hijo, aprendió desde el principio a dormirse en brazos, y el problema que teníamos es que no sabía dormirse solo en su cuna. Lo pasaba realmente mal, porque estaba agotado pero si lo dormíamos en brazo, acunándolo, de pie (!!!) y bailoteando, no se dormía. Esto para nosotros era una auténtica pesadilla. Así que, cuando tuvo 1 año, que prácticamente fue cuando iba a nacer Gonzalo, su hermanito, yo me cansé de dormirle en brazos y decidí adoptar el método Estivill. La realidad es que no lo apliqué al 100%. Simplemente procuré ir dejándolo en la cuna y estar con él un rato, acariciarlo, darle la mano... Poco a poco fui retirando el contacto hasta que por fin con 15 meses aprendió a dormir solo. Llorar llorar solamente lloró un máximo de 15 minutos una única vez. Para mí fue algo eterno, pero la realidad es que solo lloró así una vez, el resto del tiempo fue cuestión de 1 minutos, 2 como mucho. No lo dejábamos solo y pasábamos de él, no. Lo hicimos en versión "light", pero desde entonces pudimos tener más tiempo para nosotros, y además Gabriel disfrutaba de su sueño y amanecía más descansado y feliz que nunca.

Como no queríamos repetir el error cometido con Gabriel, con Gonzalo y Olivia optamos por enseñarles desde el primer día que después de tomar el pecho había que acostarse en la cuna (cuando ya está el peque adormilado) y dormirse ahí solito. Si veíamos que en alguna no tenía sueño (esto ya con 5 meses, porque los primeros meses duermen mucho), lo cogíamos de la cuna y jugábamos con él, claro está, ya que no se trata de dejar al niño despierto en la cuna solito. Pero sí de que aprenda que desde el minuto cero se come y se duerme solito en la cuna. Porque, gracias a eso, Gonzalo y Olivia no lloraron NUNCA para dormirse, lo que a mí me parecía una maravilla. Mi conclusión fue que Gabriel lo había pasado muchísimo peor que ellos dos, porque ellos aprendieron a dormirse solitos y disfrutar del sueño desde el principio. Y para mí eso es lo mejor, tanto para ellos como para los padres.

En resumen, creo que no hay que adoptar posturas radicales. Y por supuesto que los padres primerizos querrán disfrutar de su primer bebé en todo momento. Pero no hay que ser egoísta y hay que pensar en la salud mental de todos los miembros de la familia. Es decir, vale, tengámoslo en brazos, mimémoslo, juguemos con él, pero en el momento en el que vemos que tiene sueño, echémoslo a dormir solito en la cuna. Si esto lo hacemos desde el principio, como en los primeros meses el peque come y duerme, se acostumbra a su rutina y no siente la cuna como un abandono, sino como su momento de dormir sin más. Ni sufre, ni llora, ni hace sufrir a los padres, porque los padres descansan y ven feliz a su hijo. Yo creo que esto es lo mejor. Me ha funcionado con Gonzalo y con Olivia, y desde luego después del calvario que vivimos con Gabriel y lo mal que vimos que lo pasaba estoy convencida que es la mejor manera de enseñar a los peques a dormir.